Abigail Terán es una persona ciega y es una orgullosa estudiante de Filosofía de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Ella lo menciona así porque la filosofía es un eje importante en su vida. Cuando Abigail vendía en el mercado empezó a notar y sentir que las cosas eran diferentes: «La gente entraba en silencio, era muy angustiante. La gente no hablaba como antes, yo veía un ambiente como retraído». Luego escuchó hablar al presidente de la cuarentena y se le vinieron muchas dudas: «¿Qué pasa aquí?, ¿Qué es eso? Me desperté y empezaron a hablar del estado de emergencia. Yo me asusté horriblemente, no sabía qué hacer, yo vivía sola y no sabía con quién hablar. Tenía muchas preguntas y pocas personas a quien consultar. ¿Podía ir a trabajar o a la universidad?» Poco a poco se enteró que no podría realizar dichas actividades. Sus fuentes de información fueron la radio, la televisión, su red de amigos. Ellos la ayudaban a discernir sobre qué información era real; también recibió información de la CODIP (Comisión de Damas Invidentes del Perú), de la cual es parte.
Durante la cuarentena todo empezó a ser virtual. Los estudios universitarios y las reuniones en su organización, al principio, fueron todo un reto para Abigail porque no sabía mucho de computación. Tiene una laptop y un lector de pantalla, tuvo que aprender sola, por sí misma, a identificar qué software le convendría usar, dependiendo de la plataforma en que requería comunicarse: Zoom, Meet, Teams. Ahora que ya los aprendió, ella se siente más tranquila; y como lección de vida entendió que, si aprendió a manejar la tecnología, podía aprender mucho más.
Hoy le preocupa su trabajo: «No creo que pueda volver a ser vendedora; ahora hay mucha competencia. Siento también que las personas se han vuelto más agresivas y eso hace más peligroso vender». Una opción de trabajo para Abigail es como teleoperadora, fue capacitada para ello y viene postulando con la esperanza de ser contratada; pero menciona que no es sencillo porque al consignar en su hoja de vida que es una persona con discapacidad, sin experiencia, no la contratan.
Abigail también afirma que la CODIP se pronunció en este contexto, ya no solo pensando en beneficios temporales, sino en una política y agenda a largo plazo: «Somos 13 organizaciones de personas con discapacidad visual de todas partes del mundo. Hemos luchado porque queremos cosas a largo plazo; no solo el bono, la canasta, la pensión no contributiva […]. Queremos un trabajo, que el trabajo remoto se normalice y se promueva. Además, que se exija la accesibilidad a las plataformas de telefonía en las empresas, porque son muchos los teleoperadores y ellos no quieren trabajar con nosotros […]».