Dennise Estefanía Taya Tambaco es ecuatoriana y a temprana edad, a raíz de una fiebre muy alta, adquirió la discapacidad auditiva. Vive en un centro poblado llamado Imantag, casi a tres horas de Quito. Es una mujer indígena, y la única persona sorda en su familia y tal vez también de su región. Desde sus inicios escolares, Denisse enfrentó dificultades para su aprendizaje, pues ella es quichua hablante, sus profesores se comunicaban en español y estuvo en un colegio para estudiantes con diferentes discapacidades, intelectual y física.

 

Ella recuerda: «[…] la verdad es que yo no podía comprender nada, nadie hacía lengua de señas ahí, todos querían hablar». Luego pasó a un centro de educación regular, pero los problemas de comunicación se mantuvieron; hasta que, tras conversar con su familia y considerar las malas experiencias, ingresó al Instituto para Personas Sordas de Quito, en el que completó su educación. Actualmente, Denisse es administradora de empresas, profesión que estudió en el Instituto Tecnológico de Pichincha. 

 

La pandemia «la encontró» en su casa en Imbabura y tuvo dificultades para informarse sobre lo que  acontecía: «[…] al inicio no sabíamos la razón porque no había información adaptada. Teníamos muy poquita información. Simplemente me quedé en casa tratando de entender las noticias de lo que pasaba». Por los noticieros con servicio de interpretación fue entendiendo más sobre el virus, y tuvo que investigar por internet para enterarse. La familia fue su único soporte porque desde el Gobierno no tuvo ninguna ayuda, ni nadie le preguntó sobre sus necesidades…, pese a tener su carné de discapacidad. El trabajo familiar fue su única ayuda, pero también hubo dificultades de comunicación, ya que solo uno de sus hermanos conocía la lengua de señas.

 

Si no hubiera habido pandemia, Denisse dice que probablemente estaría trabajando en Quito, y especializándose; y que le gustaría sobre todo trabajar con jóvenes sordos, para ayudarlos a

alcanzar sus sueños con más oportunidades. Ella nos dijo también que en otro contexto quizás estaría integrando el Consejo de Discapacidades, exigiendo que se cumplan los derechos de las personas sordas; y en lo personal, en su propio hogar, con su familia nuclear.

 

Por último, Denisse espera que los jóvenes con discapacidad puedan tener la oportunidad de formarse como la tuvo ella, que el Estado contribuya con esto y promueva espacios de inclusión de personas sordas y oyentes, y que pueda difundirse la lengua de señas en todos los ámbitos para todos. Asimismo, que en las escuelas se integre a niñas y niños oyentes con las y los estudiantes con sordera para que todos conozcan esta lengua de señas y así puedan comunicarse.

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